¿Entoncés está ahí? No puedo creer que sea cierto. No pretendo
contrariarte pero es difícil pensar que está tan cerca, apenas cruzando
el río. No es posible.
¿Pero cómo F. iba a saber quién era esa persona si ni siquiera conocía su nombre? Nunca habían tenido contacto, eso era cierto, tan cierto como el presentimiento de alguien antes de que llegara...
- No, no sé quién es usted.
- Mi nombre no importa demasiado pero por convención y respetando los principios de todo diálogo le diré que me llamo S., ya podemos ir a lo importante.
¿Qué era lo importante para S.? Pese a la incomodidad de la situación había generado interés y ahora F. quería saber de qué hablaba, si valdría la pena conocer la otra orilla.
- ¿Qué es lo importante?
- La otra orilla. ¿No la ves? Claro que desde acá parece lejana, inalcanzable. ¿Vos sabés nadar? Aunque tampoco es necesario, con un bote podés llegar. Yo tengo un bote.
- No entiendo qué importancia hay en llegar a la otra orilla y menos aún la oferta, que agradezco pero no tengo interés en aceptar.
S. sonrió sin separar los labios. Sus ojos se posaron en el horizonte, guardó silencio por unos segundos que parecieron eternos y luego dijo:
- ¿Qué estarías dispuesto a hacer si todos, y cuando digo todos quiero decir desde lo mínimo hasta lo más extremo, todos los sueños estuvieran cruzando el río?
- ¿Sueños? Hace tiempo que no tengo sueños. ¿Existen los sueños? No hay nada para mí en la otra orilla.
S. apuntó con su dedo índice de la mano derecha hacia adelante, miró a F. y dijo:
- Entonces vamos a cruzar en el bote, no hay nada que perder.
¿Pero cómo F. iba a saber quién era esa persona si ni siquiera conocía su nombre? Nunca habían tenido contacto, eso era cierto, tan cierto como el presentimiento de alguien antes de que llegara...
- No, no sé quién es usted.
- Mi nombre no importa demasiado pero por convención y respetando los principios de todo diálogo le diré que me llamo S., ya podemos ir a lo importante.
¿Qué era lo importante para S.? Pese a la incomodidad de la situación había generado interés y ahora F. quería saber de qué hablaba, si valdría la pena conocer la otra orilla.
- ¿Qué es lo importante?
- La otra orilla. ¿No la ves? Claro que desde acá parece lejana, inalcanzable. ¿Vos sabés nadar? Aunque tampoco es necesario, con un bote podés llegar. Yo tengo un bote.
- No entiendo qué importancia hay en llegar a la otra orilla y menos aún la oferta, que agradezco pero no tengo interés en aceptar.
S. sonrió sin separar los labios. Sus ojos se posaron en el horizonte, guardó silencio por unos segundos que parecieron eternos y luego dijo:
- ¿Qué estarías dispuesto a hacer si todos, y cuando digo todos quiero decir desde lo mínimo hasta lo más extremo, todos los sueños estuvieran cruzando el río?
- ¿Sueños? Hace tiempo que no tengo sueños. ¿Existen los sueños? No hay nada para mí en la otra orilla.
S. apuntó con su dedo índice de la mano derecha hacia adelante, miró a F. y dijo:
- Entonces vamos a cruzar en el bote, no hay nada que perder.
Continuará...