Martin Fierro y Juan Salvo cruzan tiempos
"Tal vez en el corazón / le tocó un Santo bendito / a un gaucho, que pegó el grito
y dijo: -¡Cruz no consiente / que se cometa el delito / de matar a un valiente!"
El gaucho Martín Fierro
A finales de 1872 se publica por entregas en el diario La República la obra de José Hernández, "El gaucho Martín Fierro". Inmediatamente se publica como libro.
José Hernández ha sido superado por Fierro, ha sido superado por su propia criatura. Como un padre, acaso como uno de los buenos, su obra es mejor que la mano que la ejecuta. Un hijo ejemplar que prescinde de las intenciones familiares, de los futuros pronosticados, y se hace un camino superior al predestinado.
Con el pecho inflado de orgullo Hernández completa con una segunda parte que sirve de punto final. Fierro había nacido 7 años antes y vivía en la memoria de muchos, incluso de aquellos que no sabían leer y se juntaban, en ronda silenciosa, a escuchar al que ponía voz al relato. Con la segunda parte Martín Fierro se transformó en inmortal.
La historia del gaucho perseguido, desertor justificado, desdichadamente argentino, ya existía entre nosotros, faltaba el poeta que le diera la forma perfecta. Hernández lo hizo, más allá de sus intenciones políticas, de sus poses gauchescas imposibles de confrontar, y lo hizo con Cruz, una imagen que se potencia por oposición a Fierro y en hermandad con él, con Vizcacha que sirve como juego, con las muertes que son el mapa del carácter de Fierrro pero no lo justifican.
Martín Fierro entró en la eternidad con paso firme y sereno, probablemente sin darse cuenta. Juan Salvo venía desde allí.
"Eramos robinsons que, en lugar de quedar atrapados en una isla, estabamos en nuestra propia casa. No nos rodeaba el oceáno, pero si la muerte".
El eternauta
En septiembre de 1957, apenas 78 años después de que se clausuraran las andanzas de Fierro, comienza a publicarse en Hora Cero la historieta llamada "El eternauta", obra de Héctor Oesterheld.
El final trágico de Héctor Oesterheld, desaparecido por la dictadura militar argentina, se transforma en parte inevitable del relato, la comprensión de la historia hace necesario conocer los hechos que rodean a su autor.
Juan Salvo, a diferencia de Martín Fierro, muy probablemente no sea superior a Oesterheld. En el mejor de los casos, Salvo sea Oesterheld, acaso sea únicamente su voz. Aquí no hay hijo que supere a su padre, aquí el hijo y el padre se encuentran en una perfecta comunión (en la concepción de la teología de la liberación).
Juan Salvo es un héroe accidental, como Fierro, que reacciona en un contexto extraño y siendo extranjero entre los suyos. Los extraterrestres son demasiado humanos, los indios son tan salvajes como la partida policial. Salvo tiene conciencia, siquiera parcial, del destino de sus pasos.
Elena y Martita son extensiones de Juan: son la forma de su esperanza cuando las pierde y son el cuerpo que debe defender. Fierro se abarca a sí mismo y poco más. Es notable que sean Fierro quien consigue reclutar a Cruz y que Salvo quede victimizado por Favalli. No se trata de una traición, pero el dolor al verlo partir es similar.
Juan y Fierro deberán descreer de sus pares pero lo harán de forma diferente: Salvo mantendrá su llama encendida intentando alumbrar a Elena y Martita para poder alumbrarse, Fierro no encuentra un farol porque no busca volver.
Más allá de que son varias las versiones que continuaron al eternauta inicial, yo prefiero quedarme con ese inaugural que no tiene algunos abusos ni defectos gruesos que luego aparecerían para acomodarse al mensaje más político.
Juan Salvo saldrá del futuro para olvidarlo, para alcanzar su esperanza y borrar toda huella de aquella pesadilla. Juan Salvo y Martín Fierro son parte de la eternidad argentina donde viven los grandes personajes. Ahora esperamos por el próximo.
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