Diálogo de 4 pasos: segunda parte

by - marzo 12, 2011

La siguiente es la segunda parte, continuación del Diálogo de 4 pasos - primera parte que conviene leer para entender un poco mejor las próximas líneas. La charla de esta parte sucedió en el día 2 del largo fin de semana pasado...


-No pude dormir bien.
-Muchos mosquitos supongo.
-Ojalá, con un repelente lo solucionaba. No, me quedó dando vueltas lo que te decía ayer...

No me gusta esa frase: "Te lo dije". Pero es cierto que lo anticipé. No sirve para vanagloriarse, pero acaso ayude en el diagnóstico.

-Estás aturdido.
-Tengo sueño pero no creo...
-Ayer me preguntabas qué pensaba que te estaba pasando y creo que estás aturdido. ¿Planeabas obtener un milagro?
-Puede ser, vos lo ves desde afuera. Yo me siento inseguro, como temiendo perder algo.
-Lo curioso es que el miedo es a perder algo que todavía no tenés. ¿Cómo puede pasar algo así? Supongo que, en materia de rasgos humanos, esa complejidad a partir de algo pequeño es ejemplo perfecto para la teoría del caos.
-A mi el caos no me ayuda en nada.
-¿Pensaste si era algo más que embelesamiento?

La pregunta no es inocente. ¿Quién no ha caído alguna vez, víctima del embelesamiento? Yo puedo admitirlo, como asegurar que sus efectos no son permanentes. Extraordinaria situación que nos sorprende de pronto pero sin violencia.

-No, no es eso. Ya te lo dije, no sólo se trata de lo estético. Es más, podría prescindir de ello y seguiría enredado como hasta ahora.
-No te estaba acusando, quería saber cuánto pensaste anoche. Una cosa que me sorprendió, pero que alcanzo a comprender, es que no supieras su nombre.
-Es que no lo sé! Cuando hablamos, cuando nos encontramos, es como una sintonización automática, un hola y después fluyen las palabras.
-Si fluyen las palabras, ¿para qué querías que yo escribiera una carta, un mail para enviarle?
-No es lo mismo un mail que una charla, en el mail tenés más tiempo para pensar y ahí me bloqueo. Además quería enviarle algo bueno, no un telegrama.

Tanto telegramas como mails o cartas son mensajes parciales. Más allá de la extensión, del cuidado en la elección de cada palabra, de cada oración, hace falta una parte fundamental: la entonación. ¿Cómo asegurarnos que nos leen como queremos ser leídos? Lamento desalentar al mejor escritor, una conversación de este tipo se completa con el lector, que dependiendo de sus circunstancias habrá de acertar con nuestras ideas o pondrá nuevas o impondrá sus caprichos. Sin embargo, esmérese en la creación, podría sorprender con letras y signos de puntuación.

-Vas a tener que resolverlo solo todo esto.
-Si, quería que me ayudes pero sé que lo tengo que resolver yo solo.
-Y yo te voy a ayudar en todo lo que pueda, pero no voy a imponerte mis ideas. Eso no es solución y si tomaras mi opinión como verdad suprema estarías negando la realidad, la tuya al menos.
-Sabía que me ibas a ayudar. Gracias.

No doy consejos. Cuando alguien me agradece un consejo omite que en realidad sólo los escuché y fueron ellos quienes se aconsejaron o resolvieron los problemas. En vano hacer notar este hecho, en vano intentar devolver un agradecimiento a un agradecido.

-Necesito respirar, vamos a caminar.
-Vamos.

Caminamos atravesando el campo, sin rumbo cierto. El tiempo quedó minimizado, alejado por el viento como un mal sueño. Atravesamos el campo y nos atravesaba el tiempo y los enigmas nos seguían, como sombras fieles en el desierto.

Continuará...

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