Diálogo de locos

by - noviembre 23, 2010

Dos hombres están sentados en una plaza, enfrentados imaginariamente en el tablero de ajedrez que se dibuja sobre la mesa de cemento que los separa. No juegan al ajedrez, aunque las piezas esperan prolijamente en sus puestos que la mano de por iniciado el combate. Las piezas blancas sonríen sobradoramente mientras las negras tiemblan casi imperceptiblemente. Uno de los hombres observa su mano, la investiga como si fuera otra (otra mano, otra cosa distinta) pero parece vencido.


- No lo sé. Toda la tarde buscando el secreto y no lo encuentro.
- Será cuestión de mirar mejor, no hay mucho lugar para esconderse – dijo el otro, sin sacar la mirada del pájaro desconocido que descansa en la rama.
- Vamos a jugar, quiero aprender las trampas.
- Yo conozco las trampas, pero nunca gané una partida.

Ambos continúan en la misma posición, hablando sin mirarse. Habían descubierto algunos detalles, acaso insignificantes: una uña mal cortada en el dedo anular, un nido destruido por la tormenta de la noche anterior.

- Si fuera una pieza de ajedrez… quisiera ser la torre: desde las alturas podría contemplar mejor mi mano, ningún detalle escaparía a mi vista, mis ojos trabajarían sin descanso hasta encontrar el secreto.
- Yo sería el rey y en mi reino todos tendrían temor. Sería cruel y mis actos responderían simplemente a mis caprichos. No podrías verme desde tu torre.
- Entonces maldigo a tu reina.

El pájaro levantó vuelo abandonando la rama y pronto se perdió en la profundidad del cielo, coloreado de un celeste pálido gobernado por nubes desgarradas.

- El pájaro que intentabas reconocer es un gorrión y se llama Francisco.
- El secreto que buscás no está en la mano, al menos no en la tuya.

Los hombres no quebraron su quietud. Uno de ellos miraba hacia un árbol y el otro se miraba como si fuera un extraño, queriendo conocerse.

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