Tecnologías de castigo

by - noviembre 16, 2010

Hace poco más de un año escribí el siguiente artículo. Ahora lo hago parte de este blog:

Muchas veces se utiliza como excusa para no pensar la falta de tiempo, la velocidad frenética con la que se vive, el cansancio producto del trabajo insatisfactorio, la rutina que adormece. Si bien en algunos casos estas excusas son válidas, es probable que lo sean en un número mínimo.


¿Qué pasa cuando una persona elegida por el pueblo para que piense, para que se dedique a solucionar problemas que requieren un ejercicio intelectual, no lo hace? Quede claro que no estoy diciendo que lo haga mal, esto es parte de la subjetividad y posiciones contrarias a la propia no la invalidan como posición y alternativa de pensamiento.

Miguel Ángel Coradini, concejal de Arroyo Seco, ha efectuado declaraciones que revelan claramente su negación al pensamiento [Agosto 2009]. Ante un problema puntual su propuesta es decir lo primero que se le ocurre, suponiendo que una gran cantidad de personas piensan como él (o sea que dicen lo primero que se les ocurre). Los dichos del concejal son comprensibles en un vecino indignado, sin herramientas para elaborar normas o leyes que solucionen sus problemas. En la boca de Coradini demuestran que no busca las causas de los problemas (para ello es necesario pensar) y que simplemente declara como alguien no preparado para ocupar su puesto.



La gravedad de sus dichos no radica en la estupidez que propone sino en revelar sus métodos de trabajo. ¿Será el único concejal, diputado o ministro, por ejemplo, que trabaja de la misma forma? Trabajar de esta forma es ser carpintero y dedicarse a cebar mate en la carpintería.

Tecnologías de castigo

Michel Foucault
menciona en 1975, en su libro "Vigilar y castigar", que existen dos formas de castigo: la forma monárquica (represión mediante ejecuciones públicas y tortura) y el castigo disciplinario, a cargo de profesionales (guardias, psicólogos, etc), que es la forma utilizada hoy en día.

El castigo hacia el delincuente pretende normalizarlo, o sea incluirlo dentro de la sociedad que lo contiene y de la cual aún es ajeno (esto queda claro al no respetar las normas que la configuran), justificando a lo largo de la historia ciertos usos de la violencia por parte de la Justicia, siendo un ejemplo claro de ello la represión.

Con el paso de los años las sociedades civilizadas han abandonado prácticas como la guillotina o la horca en plazas públicas y se han creado instituciones específicas que se encargan de la seguridad como método preventivo y el castigo para normalizar y encauzar a los inadaptados (al sistema, a la sociedad, etc).

Hablar de tecnologías de castigo significa que los métodos actuales pueden ser mejorados y que es obligación de los gobernantes, más allá de su color político, el intentar hacerlo. Cualquiera que visite una cárcel puede observar claramente que esto es posible, que la teoría está alejada de la práctica.

El concejal podría pensar en alternativas que ayuden a la seguridad y que contribuirían a la superación como sociedad. Este no es un consejo, esto es un simple recordatorio de lo que se trata su trabajo: representarnos y pensar en beneficio de los que no pueden hacerlo.

Necesitamos sillas firmes, ya tendrá tiempo para cebar mate.

Lectura recomendada: Reflexiones en torno a Michel Foucault de Camilo Ernesto Bernal Sarmiento

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